viernes, 20 de diciembre de 2013

LIBERTAD



Porque no entendemos que para desfallecer sobre la libertad,
La libertad que sin tejidos ni tratados  espera, jamás vencida
La libertad que es blanca y quieta pasajera en travesías, móvil pero eterna,
Inalcanzable y presente, pura pero sucia de nuestros deseos de ella, 
Para tomarla, para quererla, hay que matar la libertad primero,
Y olvidarnos su existencia, su concepto, la cima que de ella han hecho
Hombres como nosotros, Hombres podridos de miedos.
Hombres que inventaron términos. Más gloriosos que la vida misma.
Hombres que naufragan, que adolecen, que conquistan.

Equivocados sin embargo, al transportar a los abismos de sus bocas
Mieles etéreas retorcidas de quimeras, de puntiagudas rocas.
Y así libres parecen aquellos que así se denominan,
Sin saber, ingenuos, que las palabras a veces, crecieron en mentiras.

Porque para llegar a la libertad última, la única, la escondida
Hay que saquearse de las lenguas y las líneas,
Exterminar los ritos, ser desnudos, niños, fieras,
Dormir al pensamiento, desatarse de ideas.
Mirar campos como campos. Selvas como selvas.
Sin maldición ni fortuna, derrumbadas las fronteras.

Decir adiós eterno a todo y todos.
Denegar de la posesión, el ansia, el trono. 
Y tal vez, bajar banderas.
Entregar a manos llenas.
Desnudarse. Ser hijo de la naturaleza.

Y entre cantos sin vocales, abandonados de esquemas,
Cegarse de las heridas de la humana ceguera.

Ser un dios sin fieles, un ladrón de lunas llenas.
Pálpitos y sangre que en cataratas bombea.

Silencio sobre los gritos, románticos de susurros.
Perdonados de nosotros, con la vida en vilo.
Entonces, solo entonces, pasearemos solos 
Por el libre vacío.

De: Claudia Benlloch (Inédito)


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