DÉCIMO TERCERA CARTA CONSULAR SOBRE LAS PALABRAS QUE UN DÍA PRONUNCIARÉ
El pájaro abrió entre su pecho las palabras.
Susurraba el plumón ante el hombre aterrado.
Ante el hombre engullido por su vergüenza.
Ese día perdieron su quietud las nubes
y la brisa prendida a sus alas
sangró como un último llanto de mariposa.
Todo fue extraño en esa tierra.
Gentes que hablaban igual que mi voz se pierde.
Manos que tomaban las cosas
como lo hace el miedo de los desesperados
cuando roba las frutas ajenas que ya podridas caen al suelo.
Todo era extraño y por ello normal.
Muchos más pájaros fueron cazados.
Numerosos atardeceres se dejaron secar.
Tú y yo de nuevo nos encontramos
ante el animal que dijo habernos sido antes:
como la misma ave con su misma lengua de aire.
Los muertos hablan antes de morir.
Pronuncian palabras como las que mi padre dijo,
como las que yo también un día pronunciaré.
Son la voz y la espada entre las manos,
son pan de padres ya muertos,
son hijos de padres presentes.
Palabras encendidas con la leche de los hombres,
silencios como la grasa de los árboles,
dolor y encuentro deseado,
temor y abrazo que nos desconoce.
Pero todos los muertos hablan antes de morir.
Así lo hizo mi padre.
De: Miguel Ángel Muñoz Sanjuán, en CARTAS CONSULARES
(Calambur, 2007)
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