martes, 10 de diciembre de 2019

EL SILENCIO DE LOS PETIRROJOS



Muy niño, de vacaciones en el pueblo,
Mural, Sixe, Villa de Vallecas

un amigo llegó presumiendo de juguete:
una carabina.

¿Subimos a la sierra a pegar unos tiros?, me dijo.

Lo acompañé sin ganas.
Y no sé por qué, ya de vuelta,
se la pedí un momento.

En lo alto de un chopo cantaba un petirrojo.

Sin querer apunté.
Disparé
sin querer.
No evité
lo que estuvo en mi mano,
lo que quiso mi dedo.

Desde entonces,
veo caer petirrojos.

Si compro calcetines a precio de sobra,
con la resaca de los naufragios,
cuando mis sobrinos juegan a matar enemigos,
en las reuniones del Fondo Monetario Internacional,
mientras alguien rebusca en la basura,
bajo las bombas en Alepo.

Cada día,
a todas horas,
veo caer petirrojos.

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