Tener un poema entre las manos,
un buen poema,
de esos que se leen una y otra vez...
no de usar y tirar,
de fácil consumo,
de pronta caducidad.
Tener un buen poema entre las manos,
y disponerse a pelarlo,
a disfrutarlo
lentamente,
gajo
a
gajo.
Tener un buen poema en nuestra boca,
propio o ajeno, eso apenas importa,
y devorarlo,
una y otra vez
hasta que duele.
Marisa Peña
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