miércoles, 25 de junio de 2014

MI MADRE

Arrancaba mi madre ya lentejas
mil años antes de que alzara
un palmo yo del suelo,

antes
de que aprendiera a sujetar el lápiz
con que doy nombre a mis raíces:

mil años antes de que ella
pudiera conocer los cálidos
fervores de la vida.

Era ya casi por la noche
cuando volvía derrengada
mi madre adolescente de su lucha
con los ariscos lentejares:

pequeña como era no tenía
un justo aprecio del deleite
del monte y sus arbustos.

Mi madre recogía ya algarrobas
cuando aún ignoraba
los nombres del cansancio.

Toda su vida ha sido
un esfuerzo sin pausa,

pero nunca
ha podido olvidarse
de las heridas que aún le laceran
la sombra de la frente;

del dolor de la helada en el estéril
espanto de sus dedos
cuando iba a vides en las crudas
madrugadas de marzo.

Ahora
yo
aquí
escribo

(por la merced de aquellas
hermosas manos arrasadas)

este poema que no sabe hacerle
justicia a sus trabajos.

Salustiano Martín

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