viernes, 9 de enero de 2015

MORENDO


Si vuelvo la vista y desoigo la lección de Orfeo
regresaré contigo al infierno sin dudarlo,
perseguiré tu sombra,
morderé el polvo y me tragaré las cenizas.
Hasta dejarme la piel-
Hasta olvidar por qué quise descender en espirales-
hasta que el submundo sea un anexo a mi propia oscuridad.

Dicen que mueren en paz quienes han amado mucho.
La partitura del tiempo dice:

que yo exhalé mi último suspiro en las laderas del Monte Latmos
desencadenando -con mi muerte-
una guerra de adioses entre nosotras,
vestidas para la ocasión de hiedra y vino.

Morir en guerra, 
reducirse a temblores por amor,
elevar el sacrilegio hasta convertirlo en pura oración,
hacer que sangren los relojes de arena.

Llevamos desencadenado tormentas era tras era,
desastres artificiales y glorias naturales.

Escucha.
Dan las doce en el reloj de la torre de Londres.
Dan las doce mi amor.
Recoge mi cabeza y bésame en los labios,
solamente, 
escúchame bien,
solamente,
cuando haya sido separada de mi cuerpo,
cuando la sangre dibuje raíces en el aire,
entonces bésame despacio,
y trénzame una corona de escarabajos azules, brillantes, casi negros, casi verdes.

La despedida número trece
acontece en Berlín,
antes de que el dragón despierte,
antes del llanto soterrado de los violines.

No puede dejar de mirarme el liguero Fräulein,
no puede sacarse ese piano de la cabeza,
Fräulein,
no puede esconderse entre la niebla.
El corredor de espinos nos espera,
mi dulce Fräulein.
Por él caminaremos juntas
con las manos entrelazadas,
iremos, una vez más,
a buscar la eternidad entre la nieve.

Vuelvo la vista atrás, 
rompo la lira,
transformo mi voz en un aullido,
ramas en los brazos,
ramas en las piernas,
abismos en los ojos.

Enfrentándome 
cuerno a cuerno contra el tiempo,
extendiendo la tiranía de mi verbo,
-desde el Ganges hasta el Danubio-
araño mi porción de eternidad con estos versos,
justifico la caída de los ángeles,
me abro de piernas ante el fuego,
y me introduzco para siempre
-como la semilla negra que soy-
en vuestras mentes.

Y ahí me quedo,
silenciosa,
soñando el sueño de la primavera,
tejiendo la urdimbre de vuestra demencia,
esperando en la oscuridad.

Esperando.
Esperando.
Esperando.



By Álex Portero

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