miércoles, 13 de noviembre de 2019

Carlos de la Cruz

 (Aranda del Duero, 1973) No soporta otro vino que no sea el del terruño y por eso solo bebe Ribera del Duero. Bueno, Ribera y mezcal de su pequeña patria adoptiva, México, donde anduvo viviendo muchos años, tantos que a su regreso hablaba con esa mezcla de mexicano y castellano recio con la que vuelven los hijos pródigos que han sido acogidos por otros hogares.

Recita y canta versos desde los tiempos del instituto o incluso antes y su producción es tan basta que no hay quien pueda hacerle una antología completa de su obra, sopena de arruinarse.

Maneja el lenguaje con una fluidez que a pocas personas se les ve. Se ha auto-restringido producir poesía a los viernes y nadie puede molestarle ese día ya que está luchando contra las ideas, las palabras y el papel en blanco.

Le encanta bailar abrazado a la negra y es el ideólogo de la Trilogía del Coronel (Bancarrota ed. 2019), tres volúmenes de poemas y prosa poética, que desgarran, amenazan y emocionan al mismo tiempo.

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