Es seguro que ese ruido es de una rata.
De las que comen carne. O recuerdos.
El otro también.
Puede que se lleve un trozo de ti.
De tus pies dormidos
sobre una orza de aguamiel.
A cambio puede que te dé su rabia.
Un poco no, toda su rabia
contra tanta oscuridad.
Yo le busco las cosquillas y le llamo hermana
rata, hermana rata muérdeme.
Un poco no, toda tu boca en mi boca,
tu lengua toda en mi oreja,
vamos, hermana rata, vacía todo tu grito en mí.
Apenas mido un metro y medio más que tú,
pero alcanzo los cien metros
hacia arriba y hacia abajo
si tu grito me traspasa.
Dame tu soplo, hermana rata,
tus cien metros de bronquial silbido,
tus cien metros de esófago,
tus cien metros de jadeo estomacal.
Muérdeme, hermana rata, y dime de una vez
qué cosas quise al romperse el día.
Cuando cada blasfemia era más fuerte
que las lágrimas.
De: Mª Ángeles Maeso, en VAMOS, VEMOS
(Premio León Felipe de la Ed. Celya, Salamanca 2003)
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